Cuando todo fluye, cuando las cosas van "bien", pierdes contacto con lo más íntimo de tu persona. Al menos, a mi me pasa.
Empiezas a ser normal, en el amplio sentido de la palabra. Normal, en todo su esplendor. Normal. Intento decirlo sin el rechazo, que para el yo de mis abismos supone, pero de nada sirve. Cuando me oye, grita y se aqueja. Intenta escalar las paredes que lo guardan y aporrea las puertas de mi consciencia. Una consciencia que se encuentra atrapada en el limbo de quehaceres diarios, supuestamente entretenidos, en los cuales has aprendido a desenvolverte y salirte con la tuya. Porque en la vida todo es un juego de pericia y anticipación. Y es cuando te vuelcas en vivir esa vida, y todo parece encajar, cuando una palabra como "normal" te despierta, y te recuerda todo lo que estas sacrificando al ser como ellos.
Es asombrosa la facilidad con la que uno se puede perder en ese tipo de vida. Todo esta hecho para encajar. Si tienes suerte, pueden pasar semanas sin que apenas tengas un solo momento para ti. Ni un segundo de tu vida para plantearte a donde vas o porque haces lo que haces. Todo es rápido, fácil y prestado. Todo tiende a llevarte en el sentido de una corriente de la que no eres consciente, hasta que una palabra te despierta.
Soy normal.
miércoles, 30 de mayo de 2012
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