sábado, 14 de noviembre de 2015

Gran Torinos...

El sol pica en mi cara, y yo me escondo tras unos parpados blancos. Casi vírgenes.

Clint lo entendía bien. Una cerveza en una mano. Tu perra dormida a una distancia prudencial de la otra. Podrías hacerle un arrumaco, pero arruinaras su sueño. Y el momento. Hay veces que una distancia medida puede ser más intensa que la más pura de las caricias. Y mientras pienso en todo esto, el sol sigue entrando a raudales por el porche.

Desde el salón, llegan las rimas del gilipollas de Sabina, que sacan una faceta desconocida de mi. Y todo bañado por un sinsentido precioso.

El peso de la vida se siente adecuado. Justo y necesario. Es algo extraño. Es un estado de aceptación y parsimonia. Tu perra lo sabe. Y tú, a veces, también. Ella abre un ojo y te llena de sabiduría. No puede hablar. Ni falta que hace, porque esa mirada vaga y tullida solo quiere decir una cosa: "Esto es así". Y podrás vivir aceptándolo, o morir negándolo, pero lo cierto es que importa bien poco. Esto es así.

Y asi es. Vuelves a mirar de lleno al sol, como si la resaca no fuera contigo, y entiendes que hay futuros a los que tendrás que hacer frente. Momentos buenos y momentos malos. Y bebes otro trago. Y la cerveza cae espesa por tu garganta. y lo asumes. y aprietas los puños preparándote, para un momento que no esta cerca. Porque este momento, es lo más parecido que conoces a la gloria. Con tu perra a un lado y una cerveza al otro.

Otoño...

Busco
un esperpento que me ilumine.
A mi.
Al día.

Siento el frío y la fatiga en mi cara.
Me rindo
a una mañana interminable, y mi ánimo se desparrama.

Estoy entregado a la causa.
Entregado a la nada.

Devaneos...

Como si de una romance gitano se tratase...

Fin.


No hay mucho mas que decir. Tan solo dejas que la música suene y los dedos repten por un teclado maldito. Extrañas el sonido que el grafito hacía a su paso por el papel. Ahora es todo mucho más mecánico. Nada se arrastra. El repicar del teclado es un homenaje ecléctico a las tecnologías y a la podredumbre del individuo.

Creo que Leonardo habría sido un friki si viviese ahora, pero en mi mente prefiero verle como a un visionario que perdía aceite.

Y es que alguien tan obsesionado en su trabajo, carece de sexualidad. O quizás yo sea el obseso que no entiende que alguien pueda dedicar su vida a algo donde no haya perversión. Que absoluto aburrimiento. Una vida sin sonrisas robadas no es una vida en mi libro. Desafiar las leyes de la gravedad y cuestionarse los conceptos que rigen el mundo está muy bien. ¿Pero que hay de follar?

Si para ser un visionario tienes que renunciar a tus deseos y necesidades, hasta el punto en el que acabas trasvistiéndote, plantéate que algo falla. Quizás algo fallase antes. Algún fallo de fábrica, que termine convirtiendo el trabajo en la vía de escape de una mente reprimida.

Me imagino a Leonardo delante de su espejo antes de pintar la Gioconda, bailando al más puro estilo de Buffalo Bill en el silencio de los corderos, diciéndole al reflejo: "I would fuck me. I would fuck me good". De ahí la sonrisa. No es otra cosa que complicidad con su lado más travieso y corrupto, al cual no puede dejar de ver cada vez que se mira al espejo. Esa cara que parece estar musitando: "Nadie sabrá nunca que me estaba estrangulando a mi mismo y machacándomela como un mono, mientras pintaba esto".

Nocturno...

Y con un estruendo entran los bajos. Todo retumba y todo se mezcla.

Es lo que tiene la música, que no se ofende cuando hablas de alturas. Es precisamente en la mezcla de esos locos bajitos con las sílfides más altas y bellas, donde el placer se desboca y da paso al delirio. Poético, Trascendental. Etéreo. Imposible, y a la vez, tan sencillo...

Que vengan los delirios. Que se muera el ruido.

El silencio solo debería romperse por quien sepa llenarlo.