Y con un estruendo entran los bajos. Todo retumba y todo se mezcla.
Es lo que tiene la música, que no se ofende cuando hablas de alturas. Es precisamente en la mezcla de esos locos bajitos con las sílfides más altas y bellas, donde el placer se desboca y da paso al delirio. Poético, Trascendental. Etéreo. Imposible, y a la vez, tan sencillo...
Que vengan los delirios. Que se muera el ruido.
El silencio solo debería romperse por quien sepa llenarlo.
sábado, 14 de noviembre de 2015
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