La lluvia se recogía
en dos grandes pilas, que
sin quererlo, eran perfectas.
Mi reflejo
llegaba hasta el mismo borde,
y en su agua había vida.
Sus insinuaciones acariciaban mi sombra.
Aquel espejo infinito, me invitaba a ser uno.
Me llamaba a respirar con él, y así lo hice.
Acompasados, deje de ser.
Durante horas, floté
fundido en su vientre.
Solo la silueta del cielo, me pudo devolver a la vida.
Indigno de aquella luz,
volví a nacer...