Sueros y drogas. La temperatura de torpor de la mosca. La hora bruja en la que la oscuridad abraza al ánimo. El último beso de una despedida. El último latido de un corazón. El momento antes del accidente. Los escalofríos que te sobrevienen recordando. Los escalofríos de la incertidumbre. El dormir bajo las estrellas. El morir bajo ellas.
Estaremos por siempre perdidos en la dualidad de nuestros hemisferios. De la parte pensante y la parte idiota. De lo racional y lo emocional. De la mente y la entrepierna.
No tenemos más que una cara para que nos la partan. Tan solo un corazón para que nos lo rompan. Y solo una vida para equivocarnos, tantas veces como podamos. Para aprender y sentir cada pequeña controversia. Toda una vida para coleccionar pensamientos que nos atrapen y se queden con nosotros a pasar la tarde.
Como la piel, nos curamos y limpiamos. Cicatrizamos y crecemos. Nos resentimos y secamos, solo, para volver a nutrimos del aire que nos rodea. Sangramos y sentimos las caricias. Y con el tiempo la inminente lluvia. Sentimos y sentiremos, hasta que llegue un día en el que no sintamos nada. Y ya sea por que estemos muertos por dentro o solo por fuera, la vida se terminará. Pero hasta entonces mójate. Baila y explora. Ensúciate y juega en el barro que te rodea. Aprende, y olvida. Equivócate y cáete. Cáete una y otra vez.
No hay nada mas bonito que la cabezonería que tiene la piel para perdonar nuestras torpezas.
miércoles, 7 de octubre de 2015
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