Hoy he vuelto a casa con el único objetivo de escribir sobre otro gran cambio en el enfoque de mi vida. Uno de tantos intentos por liberar la mente, en pos de un futuro mejor. Como de costumbre no lo he hecho y he acabado en el sillón de mi casa, viendo "How I met your mother". Esa maldita/jodida serie que me pintaron de comedia está acabando conmigo. Es capaz de hacerme llorar cuando todos ríen. Es capaz de sacarme la crudeza de lo que es ser un romántico obsesivo. De estar enamorado del amor, o lo que es peor: de una persona sin rostro. Pero esta vez no he acabado llorando por ningún tipo de extrapolación sobre el vacío sentimental de mis días, ni por la perseverancia de Ted en su búsqueda del amor. Esta vez ha sido por algo tan básico como la reacción de un hijo ante la muerte de un padre. Algo que me lleva acechando, desde hace ya demasiado tiempo.
Y es que, las reacciones ante acciones que aún no han pasado, me impiden disfrutar de la propia acción. De la vida. Ya sea miedo, ya sea ansía, ya sea insatisfacción, vivo atrapado en futuros horrendos. Como si anticipando el golpe fuera hacer que doliesen menos cuando se vuelvan presentes. Iluso. Sabes que eso no funciona así. Que la pena es pena. Y de una forma u otra dejará su huella. Pero, dejando por un momento la pena de lado, y ya puestos a anticipar, ¿porque no anticipo algo que pueda tener mas sentido ahora que luego?
Mis padres son plenos defensores de decir las cosas en vida, y pese a todo rara vez lo hacemos en mi casa. Siempre la vergüenza de sacar cosas que nos hagan sentir vulnerables, hace que no digamos cosas que nunca habría que callarse. Por muy sabido que creamos que es, las cosas buenas deberían de salir más y mejor que los reproches. Es incomodo a veces decirlas, e incluso a escucharlas. En casa siempre se ha achacado el "estar tierno" o sensible, con el estar mal. Y no digo que no sea verdad, pero hay veces que es simplemente visceral. Es algo que no quieres dejar pasar.
Mamá, papá, sabéis lo que el cine es para mi. Sabéis la capacidad que tiene de abstraerme. De evocarme mundos vividos y olvidados, o simplemente mundos que no tuve ni tendré. Hay una escena que pese a haberla visto una sola vez, hace muchos años, sigue viniendo a mi a menudo. Es una escena de la película "The Weather Man", donde el protagonista, en un momento de la película tiene que decir unas palabras en el funeral en vida de su padre, con su padre presente y cabal. Al poco de salir al púlpito y empezar su discurso, mientras está haciendo una metáfora comparando a su padre con una canción, la luz se va y se queda a oscuras, con el sermón a medias. No sabéis la de veces que me he imaginado en lo alto de ese púlpito, intentando transmitir a vuestros seres queridos, lo que habéis sido. Busco las palabras que os hagan sentir orgullosos, por lo que habéis hecho y lo que se os he querido, y las luces siempre se apagan.
Papá, mamá, no sé si sabéis el miedo que me da imaginar un futuro sin vosotros. Sois mi roca en la distancia. Mi casa. La tranquilidad de los domingos. Sois la mano invisible en mi hombro. La calma que hace que no tenga que levantar la mirada. La red que me acompaña a todas partes.
Rara vez pido ayuda, porque no me hace falta y eso lleva a la gente a pensar que soy mucha más fuerte e independiente de lo que soy. Poca gente entiende la dependencia que tengo hacia vosotros. Que esa seguridad que aparento es la que vosotros me dais. No hay fortaleza, sino un sentimiento de respaldo tal, que me ayuda a vencer mis miedos. Porque hay miedos. Muchos. A todo y por todo. Y lo único que me saca de mi temblor es saber que pase lo que pase, vais a estar ahí. Siempre estáis ahí. Y no sé que cojones voy a hacer cuando me faltéis.
Estás navidades os dije que era complicado que fuera feliz con alguien. Aspiro a demasiado, porque habéis puesto el nivel muy alto en mi cabeza. No digo que seáis perfectos, ni fáciles en algunos momentos, pero vuestra forma de complementaros, de cuidaros y de necesitaros es a lo que yo aspiro encontrar algún día. Seguro que no todo ha sido fácil, ni bonito. Pero desde abajo, desde el punto de vista de un error de hijo, sois maravillosos. Juntos y por separado.
Este hilo de pensamiento que tengo ahora en la cabeza es complicado. A ver si lo sé traer:
Muchas veces me planteo en las distintas formas en la que vuestros tres hijos hemos crecido, y en las personas que nos hemos convertido. Yo siempre tuve la suerte de verlo todo desde la barrera y a su vez, el reto de tener que mejorar lo que ya se había hecho. Esa misma perspectiva distante y analítica es la que me ha permitido saber mirar desde fuera. Al igual que en su día vi por lo que pasaron mis hermanas en su juventud y me sirvió con mejor o peor tino para afrontar mi propia vida, ahora he empezado a vivir muchas cosas através de vosotros. Veo la frustración que supone a veces el hacerse mayor. La lucha por no dejarse ir. Por aceptar que presumiblemente ya has escrito las mejores paginas de tu vida. Veo la resignación de un futuro lejano. El miedo de asumir un final, y a su vez, os veo mirar atrás buscando consuelo, y quizás, alguna respuesta.
Bueno. Respuestas obviamente no tengo, pero quizás encontréis algo de consuelo en esto que leéis, ya que es mi forma de deciros que estoy tremendamente orgulloso de lo bien que lo habéis hecho y lo bien que lo seguís haciendo.
Me gustaría haber escrito sobre cada uno por separado, pero lo cierto es que se os entiende mejor juntos.
martes, 9 de julio de 2019
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