domingo, 20 de enero de 2013

Rinocerontes...


Los suyos no le entendían. Le insultaban y se reían del cuerno que lucía sobre su hocico. Cuando le preguntaban que porqué se ponía aquel absurdo cuerno de cartón, el contestaba que solo por haber nacido sin él no era razón para no lucirlo. Al fin y al cabo todos los rinocerontes tenían uno. Y cuando le decían lo obvio, el se negaba a reconocer que era un simple cerdo. 

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