Los suyos no le entendían. Le insultaban y se reían del
cuerno que lucía sobre su hocico. Cuando le preguntaban que porqué se ponía aquel
absurdo cuerno de cartón, el contestaba que solo por haber nacido sin
él no era razón para no lucirlo. Al fin y al cabo todos los rinocerontes tenían
uno. Y cuando le decían lo obvio, el se negaba a reconocer que era un simple
cerdo.
domingo, 20 de enero de 2013
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