Bueno para nada. Y de regalo un "malo en muchas cosas". "Gracias". Lo podría intentar explicar, pero creo que ni eso se me daría bien. Uno piensa que la experiencia sumada debería ser un grado, y seguramente lo sea, pero todavía sigo buscando en qué. ¿En la vida? Si me van a dar una chapa por participar, mejor darme dos, por si la pierdo.
Cada día llevo peor el beber, no por las resacas, si no por la lentitud adherida. Quizás siempre estuvo ahí, pero no me daba cuenta. Quizás antes tenía donde despilfarrar. Ahora me cuesta. Cada nombre. Cada fecha. Cada copa... Pesa. Pesa todo lo bebido, pero no lo suficiente como para no recordar lo que fui... Y eso jode.
Supongo que podría beber por ello, pero lo cierto es que ya no tiene sentido. Antes al menos escribía bien. O al menos eso creo. Escribía honesto, y ahora... Lo pienso todo demasiado. Quizás antes también, pero desde luego iba más rápido.
El tiempo pesa. y la paciencia amodorra. A cierta edad todo deja de fluir como antaño. ¿Ahora hago referencias sexuales? Por lo visto si. No sé si estoy preparado para hablar de esto, pero, si mis dos neuronas rampantes están haciendo estragos por contarme algo ¿quién soy yo para impedir que se explayen?
-¿Qué pasa chicos? ¿Qué queréis decirme?¿Qué Tom se cayó en el abrevadero?
No. No seamos una galería del destape, hablando de todos los temas tabú, a sabiendas de que no nos leen.
Hablemos de la sin razón. De ser bueno en nada, solo para darte cuenta de que estabas mejor calladito. Que si me hubiesen dejado un yoyó, quizás habría hecho algo más grande en la vida. Pero no. Tampoco es eso. No hace falta exagerar, porque al final voy a salir en mi propia defensa y hacer un "speach" sórdido y triste de que al menos lo intenté. Prefiero quedarme con el yoyó. Tiene un punto más nostálgico. De hecho no se me ocurre nada más deprimente. Imaginároslo:
-Con ustedes, un joven de 36 años y su yoyó. Pasen y vean - Y ahí, detrás de la cortinilla roja, un señor de edad avanzada (sabe dios lo que significa eso), con unos pantalones de una talla menos, que acentúan aún más los michelines que se entrevén bajo una camiseta de distinto matiz de negro, hace lo que puede con su yoyó. La gente le mira estupefacta mientras él, con más arte que gracia, deja ver lo mejor de si mismo.
-Que lástima -dice uno.
-Pues no está tan mal - repara una señora. E Ian, sin perder concentración, sigue ahí, dándolo todo con su yoyó...