La palabra escrita y la nunca dicha se vuelve una sobre el papel.
Es lo mismo.
Un sin sentido.
Ninguna de las dos merecen ser escrita ni dichas. Pero aquí están. En la última hoja de un cuaderno viejo. Un cuaderno viejo y viajado. Un cuaderno donde se escribió: Créate, en la portada antes de ser regalado.
Bajas palabras para un espacio tan importante. Estas últimas lineas son el finiquito de una mente egoísta, que plasma su amor en el amor a si mismo. Yo, mi, me, conmigo. Me odio.
Nunca has querido a nadie. Al menos no más que lo que ella te hacía sentir.
La amaste cada noche. Cada mañana cuando la luz entraba y la iluminaba la cara. ¿O era su cara la que iluminaba la luz? Ya no me acuerdo. Pero si. Yo la quería. La quería en mi querer, como un voayer afortunado quiere a una brisa de aire. Me regalaba cada mañana la vista de un mundo mejor. Y es que, el mundo era mejor a su lado. Yo era mejor a su lado.
Disfruta de esto viejo.
Disfrútalo.
Es lo único que te queda, así que más te vale sacarle provecho. Regodéate en el recuerdo sabiendo que ya no volverá. Si, exprime ese recuerdo, porque bien sabes que la esperanza es un regalo del que solo gozan los valientes y los necios.
lunes, 16 de junio de 2014
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