jueves, 10 de julio de 2014

Atardeceres lentos...

Languidece el ruiseñor,
y se afea el canto.
Ya no hay besos que callan,
ni polisón de nardos.
Los poemas no suscitan
a los atardeceres lentos.
La ciudad se imbuye
en un sueño eterno.

El musgo crece en los parpados.
Los pájaros anidan dentro.
Se busca un verso limpio
para despertar al genio.
Una palabra amable.
Un silencio viejo.
Cualquier excusa es buena
para despertar al sueño.

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