Se que no me puedo quedar aquí por siempre.
Sé que llegará el lunes
y tendré que salir de mi refugio.
Enfrentarme de nuevo al mundo y a sus impertinencias,
pero mientras dure esta mañana de sosiego
estoy en paz.
En paz,
duerme la bestia .
En paz despierta el niño.
El viejo. El que aún recuerda.
El que aún vive.
Déjale soñar. No lo mancilles.
Cuídalo.
Llegará mañana y volverá el estruendo
y el remolino de cinismo.
Y la bestia tomará las riendas de una vida digna y prospera.
Pero eso será mañana.
Hoy hay césped y hay música.
Hay calma y respiración.
Hay sol en su nuca, y canto de pájaros sobre el magnolio.
El sol está alto.
Ya no hay rocio. Ni octubre.
Y unos pies descalzos
retan a un frío que acabará por llegar.
Pero no hoy.
Hoy es apacible, y llevadero.
El brillo en las hojas se contrasta
con la opacidad de la piel perezosa.
Me siento a salvo de su perversión,
y de la mía.
domingo, 8 de marzo de 2015
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