Una canción, un olor, una imagen. Últimamente todo sirve para generar un remolino de sensaciones, que se cuela en mis adentros, y agrieta el fondo de mi ser. Mis ojos se pierden en la inmensidad de la nada. El frío me envuelve y me paraliza. Helado, e incapaz de pestañear mis corneas se secan. La visión se nubla. Vuelven los recuerdos. Escalofríos sacuden mi cuerpo, que parece gritar en silencio. Cada pelo responde a la llamada, pero es la nuca la que se lleva la peor parte. La habitación se vacía. La seguridad y la fuerza se esfuman. En un banal intento por rehacerme, aprieto los puños, y muerdo el vacío. Siento los dedos helados en la palma de la mano. Los dientes rechinan. Los ojos se humedecen.
Vuelven los pestañeos, y con ellos el aire. Sigo sintiendo el frío, pero ya no importa. El plano físico ya es secundario. Estoy demasiado ocupado siendo miserable. Me nutro de ello. Por un momento me despojo de mi eterno amor propio. Es necesario. Con él, no podría dejar de quererme. No podría quejarme. No podría culparme. No podría vivir de mis lamentos. No podría ser feliz.
A veces me odio tanto...
lunes, 24 de enero de 2011
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2 comentarios:
Hola Ian,
qué ilusión me ha hecho tu comentario, me ha traido hasta tu blog y leo cosas preciosas!
Un beso.
Lara
Gracias Lara...
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