Leucó y sus realidad de hojalata. Los centauros y su homosexualidad. No hay brutalidad, ni misticismo, ni verdades. Solo hay pornografía, que te unta y te impregna con sus hilos. Labios encerados y carnosos.
Nada empieza con un beso. El beso es solo una victoria ficticia. Una ilusión. Con el beso empieza la derrota. Todo va cuesta abajo. Solo la mirada es pura. El deseo y los labios entumecidos. Palpitantes todos. Tetas enroscadas, y vampiros. No hay tiempo que perder.
Huimos de un amanecer, mientras las calles explotan con cuerpos fervientes de un deseo ya mancillado. Y es que todo está mancillado. Solo las miradas se salvan, y de estas, solo las que incomodan. Las que te arrebatan algo. Esas que viven y mueren en un relámpago. Esas mismas que acabas ensuciando con un beso. Ya sea consentido o robado.
Y es que los besos... ¿Quien quiere besos? Los besos, son alas al vacío, y el vacío esta muy arriba para los que venimos de abajo. De la misma forma en la que el cielo es imponente para el que lo entiende. Tranquilo, yo te lo explico.
Ahí estás tu, y ahi está el cielo. Ese mismo cielo en el que rara vez caes en cuenta. Ese mismo cielo que inspiró a genios necios y modestos. En ese cielo se atraparon todos los besos nunca dados. Todos los perdidos y olvidados. Bajo ese cielo, se escribe tu insignificante historia, justo al lado de la mía. Ese cielo nos hermana, como hijos de un mismo Dios, bastardo e impotente. Ese cielo vio nacer a cualquier persona que jamas hayas amado o odiado. Ese cielo, te verá morir, a ti y toda tu miserable descendencia. Así que la próxima vez que veas salir el sol, baja la mirada ante ese pergamino infinito donde se ha escrito ese destino en el que no crees.
viernes, 17 de octubre de 2014
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