En estos últimos meses, he aprendido, que hay que vivir sin tener grandes ilusiones, ni esperar demasiado del futuro. Simplemente viviendo el presente, se puede sacar todos los alicientes que necesitas a lo largo del día. Pero eso no quita, para que aun sabiéndolo, haya veces que la ilusión y las esperanzas, te sobrecojan y te abracen. Los pies empiezan a elevarse poco a poco del suelo, y cuando te quieres dar cuenta, la distancia que te separa del suelo, es más de la que tu amor propio podría aguantar si caes. Estás jodido...
Sabes que no está bien. Sabes que cuanto mayor sea la ilusión, mayor será la ostia. Te empiezas a notar tullido, anticipándote, a lo que temes que pueda pasar, y toda esa ilusión se convierte en un sentimiento de acojone general. Desearías tener los pies en la tierra, pero hace tiempo que quedo abajo, muy abajo.
Te encuentras en la tesitura de tener que elegir que prefieres. Darle rienda suelta a tus ilusiones y esperanzas, disfrutando al máximo de ellas, con la contra partida, de quedarte como un cromo si te caes. O, intentar verlo todo negro, explotando todos esos globos que te tienen suspendido, para suavizar esa posible caída. Yo por mi parte, siempre he pensado que la esperanza es una negación de la realidad, y prefiero tener una mentalidad pesimista.
La gente le achaca al budismo que tiene un carácter pesimista en cuanto a las perspectivas de futuro, y no es cierto. El iluminado no tiene perspectivas de futuro. No las necesita. Está agusto con cada momento que vive, sin tener que pensar en el que viene acontinuación. Para los que no hemos alcanzado ese nivel, y no somos capaces de estar conformes solo con el presente, tenemos que pintar esas ilusiones de negro, para aprender a valorar cada momento que vivimos. En definitiva, a mantener los pies en la tierra...
domingo, 5 de octubre de 2008
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