Una inmensidad
se cierne, allá
donde mi vista se posa.
Todo está sujeto
al contraste del blanco.
Infinito.
Lo que antes era mar,
ya no es más que otro
esclavo
del implacable despotismo
del frío.
Mis ojos
tampoco son
los mismos.
Y ante la mirada muerta
del resto,
solo la noche
se atreve a desafiar
la ambivalencia de la nieve.
Una oscuridad
eterna.
Una guerra
sobre la supremacía
de la luz.
jueves, 21 de enero de 2010
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