Al nacer, se nos obsequia con una mente en blanco. Vacía y libre. Es el don de la ensoñación. Donde el único limite es nuestra propia mente. Ajenos a cualquier prejuicio, somos la cúspide del pensamiento libre. Cualquier valoración de opinión, no atiende a ideologías ni credos.
Desde nuestra más tierna infancia, ese don, se va corrompiendo por el pensamiento podrido de las mentes adultas, que nubladas en su propia obcecación, cortan las alas de la imaginación. Ponen nombres a lo inexplicable, y levantan muros que impiden ver un mundo que sus mentes cansadas no alcanzan a entender. Coartan el libre pensamiento, e imponen leyes de las que no seremos capaces de deshacernos por el resto de nuestras vidas.
Supongo que se creen que así el niño aprenderá más, en menos tiempo. El sumun de la eficiencia. Es mejor decirle al niño, que es y que no es, a que el lo vea con sus propios ojos, que lo sienta en sus propias carnes. Vivimos en un mundo en el que parece ser mejor que te enseñen, a que aprendas, y ese es el error de la mente moderna. Una mente que está a la espera de que le digan que y como hacerlo. Una mente tan acostumbrada a no pensar que hasta se le olvida el porqué de las cosas que hace. Que pregunta tan impertinente: ¿Porqué? Suena casi desafiante.
Desde bien pequeños se premia a quien sin preguntar "aprende", y mientras todos asienten y repiten, aquél niño tontito de la esquina... ¿Porque no sigue la clase?