Ninguno baja de sus buenos setenta, y ahí están. Haciendo lo que les llena. Lo que les place. Ninguno músico, pero todos genios de lo suyo. Enormes. Felices y jóvenes por un instante. Ni se acuerdan de lo que les ha costado subir al escenario. Mañana les dolerá todo el cuerpo, pero no hoy. Hoy vuelven a ser unos chavales.
Sus señoras, desde abajo, no les quitan ojo. Orgullosas de ver a sus mozuelos en lo más alto, se derriten en miradas que han preservado durante décadas. De vez en cuando, alguna me mira, y me guiña el ojo, en señal de aprobación por mi entusiasmo. Y no es para menos. Creo que estoy más emocionado que ninguno de los presentes, con cincuenta años menos. Manda huevos...
Que grande es la música.
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