viernes, 22 de noviembre de 2013

Polvo...

Mi casa me da asco.
Una soledad reciente, habita en ella.
Y es que, en cuanto a soledades se refiere, esa
puede que sea la peor.
La reciente.
Esa, en la que el polvo es huella de la falta.
Y viceversa.

Un torrente de mentiras,
un torrente de verdades, que pesan aún mas.
Nada puede con el vacío.
Es la fuerza más absoluta.
Es de donde todos venimos y a donde todos vamos.
Ni siquiera la intrascendencia, que tanto me pesa,
supera ahora mismo al vació de unos zapatos en el recibidor.
De una colonia en el espejo,
o de su cuerpo en la cama.

El calor y la luz, se fueron.
Te los llevaste.
Mi casa esta helada y oscura.
Siniestra.
El eco de mis pies se ríe de mi.

Muchos cuartos.
Todos vacíos.
Todos mi casa.
Todos en el recuerdo y ningún camino de regreso.
Quizás por eso, cada vez cueste más irse.
Porque la experiencia te dice que no volverás.
Ni tu, ni ella.
Y quizás,
sea mejor así.

Como decía Sabina:
"No vuelvas a donde fuiste feliz".
Porque lo que queda es eso.
Esa mugre que me espera en casa cada mañana.
Ese desierto.

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