Conozco esta linea,
es parte de mi canción.
Esa que se repite en los rincones de mi cabeza
a los que solo llega el whiskey.
Y ella sigue allí,
con mi cabeza bajo el brazo,
saludando victoriosa desde el más allá.
Pero no hay victorias.
No hay ganador ni premio.
Solo queda olvidar,
y lo intentas
pero nada cambia el ritmo,
y cuando menos te lo esperas
tienes treinta y tantos
y sigues con el mismo compás.
La misma puta copla
cansina,
que te atrapa desde que eras un niño.
Eso es.
Sueños de un crío
atrapados en una vida excelsa.
Podría ser feliz,
pero resulta más fácil quejarse y beber.
Mierda.
Levántate.
Ella ya lo hizo.
Solo llevas tres años de retraso.
O cuatro.
Ya perdí la cuenta.
Se que suman casi diez en total.
Diez años siendo un miserable.
Hay quien se mete una china en el zapato.
Hay quien se la mete en la cama.
Tú haces las dos.
Sin éxito ninguno.
Pero al margen de las bromas de mal gusto...
¿Que tiene el whiskey que enamora?
¿Un cosmopolitan en el Che Bar de Helsinki?
¿Un Talisker en un bar perdido en Aoyama?
¿Un Doble Black a morro, en una duna en Túnez?
¿O un Glenmorange en el sur de Escocia con mi difunto cuñado?
Al final da igual.
Solo queda el poso.
El aroma de la turba se funde
con los sueños que se van por el retrete.
viernes, 25 de mayo de 2018
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1 comentario:
“Qué locura esto de que se esté acabando ya el año. Precisamente ahora, justo cuando estaba cogiéndole el tranquillo a 2011.”
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