El estilo de vida moderno, ha dejado a la fe en un segundo plano, muy alejado de lo que antaño fue. Vivimos en un mundo materialista, que se rige por los avances científicos y tecnológicos, y con una mentalidad muy susceptible a creer en aquello que no se puede probar. Pese a esto, el hombre no le ha dado la espalda a la religión, ya que como tantos otros inventos, todavía, sigue siendo necesaria.
A mi modo de ver, la religión surge para satisfacer la necesidad imperiosa del ser humano, no solo de saber que hay más allá, si no de dar esperanzas donde no las hay. El mundo no funcionaría, si la gente que se muere de hambre, no tuviera la esperanza de que más allá de esta vida de sufrimiento, le espera su recompensa. Es ley de causa efecto. Para cada acción, hay una reacción. Y ante la necesidad, el hombre crea un remedio. Dios existe para los que lo necesitan. Para los que tienen que pensar que hay algo superior, que vela por ellos desde la distancia. Algo inabarcable para el ser humano, que les hace sentir protegidos ante un mundo cruel y despiadado.
Dios no creo al hombre. El hombre creo a Dios, con la finalidad de dar esperanza, allá donde la lógica no lo permite. Nadie necesita creer cuando todo va bien. Pero son pocos los que cuando las cosas se tuercen, y la solución esta fuera de su alcance, no cierran los ojos y piden para sus adentros que las cosas vuelvan a la normalidad.
Yo, por mi parte, no puedo asegurar que en un cualquier revés de la vida, me vuelva a aferrar a unas creencias que me den fuerzas para afrontar el futuro.
lunes, 22 de junio de 2009
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