Víspera de mayo. El frío sigue castigando el termómetro. Descalzo sobre la terraza, la madrugada se percibe distinta. Pequeñas agujas se clavan en la planta de los pies. Casi puedo oir mis pasos sobre las frías escaleras de la finca, siendo aún niño. Una vocanada de frescura inunda mis pulmones.
Monturas sobre borriquetas. Indios y bárbaros. Cimmeria. Helechos mojados. Cada día era una aventura. Sumido en el torpor invernal, ilusiones marchitas, me son devueltas. Vuelven los sueños perdidos. Vuelven los fantasmas. Revivo esa percepción que teníamos, cuando todavía no sabíamos suponer. Cuando aún no habiamos desarrollado, la capacidad de mentirnos. Cuando observábamos desde la ignorancia. Cuando éramos sabios.
Mi mente se tinta de sepia, y aprendo de lo que un día olvidé. Preocupaciones y angustias se desvanecen en el silencio de una noche infinita. Saboreo las últimas pinceladas, del que sin duda, ha sido mi invierno más auténtico.Luces mostaza, flotan distantes, sobre la gélida bruma. Oscuridad vencida, no puede por menos que ser devorada por el reflejo del mar. El fin del mundo no queda lejos.
jueves, 29 de abril de 2010
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2 comentarios:
Me encanta!!! sobre todo saber que un dia fuiste feliz...
que bonito...
...no te preocupes, que algún día volverá a ser primavera y te podrás sentir como el niño que eres
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