Soledad. Mi eterna compañera, ya hace eco a lo lejos. Un nuevo orden se ha impuesto, dando por buena mi apatía. Cautivo, solo yo tengo la llave de mi purgatorio. Me encierro, temeroso de la inmensidad que se avecina. Soy esclavo de estas paredes. La falta de opciones que ofrecen, me hace libre. No hay elección. No hay fallo. Las entiendo. Me comprenden, y en su blancura, mi mente respira. Solo existe lo que en ellas habita. Fuera está el mar de opciones en el que me ahogo.
Ego. Tuya es la culpa. Hiciste de lo mio lo mejor. Cebaste tanto mis aspiraciones, que cegaron el camino. No. Aquí estoy a salvo. Estás paredes no me exigen nada. Tan solo quieren que las viva, otro día más.
domingo, 2 de mayo de 2010
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