jueves, 19 de febrero de 2015

Desafinado...

Desafinado.
Mucho.

Me pongo a tono, con el bueno de Stan Getz. Siento correr ese sabor por mis labios. Ese del que solo hago gala cuando estoy solo, o tremendamente inspirado. La copa me sonríe. Hay naranja flotando. Ella no me sonríe. Y es que los cítricos son muy suyos.

-Un poquito de tu naranja - dijo ella, y yo toqué fondo. Como la naranja.

Ya no cuento mis penas, y lo que ellas puedan contar de mi, a nadie le importa. Son todas una, y en ella, son la misma. Como los mosqueteros pero sin las espadas. Solo Athos y Milady. Una pena compartida. Aunque admito que todo pierde sin espadas. Pero en esto hemos quedado. Versiones descafeinadas de un pasado mejor.

Ni espadas, ni katanas, ni un poco de naranja, ni los ojos llorosos grabados en piedra de una estatua. Y es que como dice mi padre, no somos nadie.

Una estatua al menos se detienen en un momento. Lo captura y lo hace suyo. Nosotros... Nosotros nos pasamos la vida recordando los que perdimos. Los que se fueron. Y la piel languidece, y la mente se llena de corcheas, hasta que al final acabas violando lo único preciado que te quedaba. Y el recuerdo se vuelve tan falso como tu día a día. Y bebes. Y escuchas a Stan Getz. Y pretendes dar a entender, que sabes de que cojones hablas...

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