viernes, 20 de febrero de 2015

Diálogos III

Hola viejo amigo. Esta vez soy yo el que te escribo pidiendo que vuelvas. Hay quien dice que soy demasiado orgulloso, pero tu sabes que no es verdad. No me callaré un perdón si lo siento, y no me temblará la voz cuando diga: "tenías razón".

La rutina te está matando. Ya no gritas. Te has abocado al silencio. No se si por recelo o por castigo, pero lo cierto es que hace mucho que no te oigo. Te echo de menos. Vuelve. Prometo dejarte correr a tu antojo.


Me gustaría decir que mi silencio es mi venganza y tu merecido. Me gustaría decirte que te avise, pero serías tu el que hablases. Yo ya no puedo. Es tal el estado en el que nos has dejado que estas palabras no son del todo mías. Ése por el que hablo, y al que te refieres, se ha ido. Lejos. Donde toda esta farsa no le alcance. Descuida. no esta muerto. No está en tu mano acabar con él, por mucho que lo hayas intentado. Él vive, mirando de reojo el horror que nos envuelve. Preocupado de que esta mediocridad le corrompa, hiberna a la espera de un mañana mejor. Si es cierto que le quieres de vuelta, empieza por cambiar de rutinas.


Me asustas. Sin duda no eres él. ¿Tan mal estoy que no soy digno de unas palabras suyas? Puede ser. Más razón aún para que vuelva. ¿Como voy a encontrar el camino devuelta sin el?

El otro día leí que cada adulto creativo es un niño que sobrevivió. Temo haber matado a ese niño. Temo haberme adentrado demasiado en esta mezquindad de mundo. Y es que nada puro puede sobrevivir aquí. Haces bien en esconderte viejo amigo. Tan solo recuérdame de vez en cuando que sigues ahí, y dame fuerzas para sacarnos de esta farsa.


¿Temes haberme matado? Eras tú el que velabas por los dos. O al menos eso decías. Pues bien. Míranos. Ahora míranos. Tu dejaste de velar por mi y yo tuve que elegir el silencio para sobrevivir. Ese fue mi exilio, el silencio. Y ahora pides que hable... 

Míranos. Mira donde nos han llevado tus formalismos. ¿Querías que hablara? Pues lo hago. Me das asco. Damos asco. No puedo ir con la cabeza erguida. Espero que a cambio tú si que puedas presumir en los ojos de los demás. Delante de esos seres queridos que ni te conocen. 

Dime ¿De que sirve si no aguantas lo que ves en el espejo? ¿Tanto quieres agradar a los demás que has olvidado que tú eres el primero y el último que responde de tus acciones? ¿Como quieres que hable si me avergüenzo de lo que me has hecho partícipe? 

No. No te mereces que hable. Basta de palabrería. Sácanos de aquí y volveremos a reinar en nuestro mundo. Mientras tanto sigue jugando a ser un niño grande. Parece que se te da bien...

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