Hace siglos, alguien se levantó de su duro lecho, y le pareció bonito la caída de las hojas. Lentamente, se fue perdiendo el instinto de supervivencia y el sentido de lo útil. Apareció la sensibilidad y con ella el arte.
Así se asentaron las bases de la vida ilustrada, llegando a extremos tan absurdos como los que vivimos algunos, donde todo es sensibilidad.
Las hojas siguen cayendo,
enfatizando el paso del tiempo.
El amor y el olvido.
La fugacidad de lo bueno.
La ambigüedad de lo malo.
La fragilidad de la vida.
La intrascendencia de la muerte.
La nostalgia del otoño...
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