miércoles, 8 de febrero de 2017

Represión...

Un grito seco.
Un grito mudo.
Los perros me oyen,
pero no me ayudan.

Una maraña blanca cuelga sobre mi cabeza. Es mía.

No se puede tocar. Así apenas estorba. Mejor vivir con ella que intentar deshacerla. Sabe dios lo que podría salir de ahí. Mejor colgarle el cartel de averiado y seguir con la vida según está.

Sueños recurrentes. Despertares agridulces, como el cerdo. Quizás sea una señal. Un cerdo soñando con su condimento. Pero no. El problema es el contrario. El sueño es mucho más puro y real que mi vida. Tan real que duele. Y uno se pregunta por su vida. Piensas en lo absurda que se empeña en ser la realidad y no te queda más remedio que aceptar las distintas pesadillas.

Murphy no habló de motos, ni de bicis. Ninguna de sus leyes habla de familias rotas ni de vidas vacías. Y ante la vorágine de coincidencias irreales,  ¿que te queda?

Cada uno se refugiará en sus cuevas particulares. Religión, familia, principios, amigos, bienaventuranzas...

Supongo que no hay refugio malo ante un diluvio, ni orilla mala para el naufrago. A mi siempre me queda el cine. Siempre hay entradas que se repiten en tu cabeza, como esa celebre frase de Bullet-Tooth: "You should never underestimate the predicability of stupidity", que reza algo así como "Nunca subestimes la predecible que es la estupidez". Y entiendes que se pueda llamar Karma, suerte, o simplemente mala leche. Pero hay una ciencia que se repite y es que la mierda siempre viene junta.

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