Y allá va... mi vida. Idílica toda ella. Mírala. Mira como se aleja, flotando a duras penas, como un zurullo cuando tiras de la cadena. Vueltas y vueltas por el desagüe.
Que alguien apague ya el puto tiovivo. No más motos, ni niños muertos. Si Demencia me quiere, Demencia me tiene. La buena de Demencia me rodea y me abraza, y si Demencia te llama, tú no puedes no escucharla, porque Demencia es persuasiva. Parecida a su hermana Karma, pero mucho mas sádica. Y su forma de hacerse escuchar es meterse en tu vida, quieras o no. Bicis de por medio. Así que sin más dilación, Demencia, aquí me tienes. Demencia tú, demente yo.
Que vuelva el alcohol y los excesos. Las vocecitas y los dialogos internos. Que vuelvan los trastornos del sueño, y los esbozos en los cuadernos. La incomprensión de la mano, mientras paseo por las calles de una ciudad que me introspeciona desde cada ventana. Un dentro fuera que me marea y me viola. Yo paseo por las calles, y las calles pasean por mi. Todos y cada uno de sus pies recorre mi cuerpo, y me doblegan.
¡Brazos al suelo! ¡Esto es una mierda! La tuya. En tu cara. Acéptala. Últimamente parece ser lo único que sabes hacer. Aceptar y ceder, a la lucha. A las adversidades, con los brazos bien abajo. Por debajo de las rodillas. Cual simio, pero sin dignidad alguna, la fatalidad me encuentra con cara de tonto y solo puedo poner la otra mejilla. Mejilla malintencionada y engreída, que provoca aún mas ira.
Todo un éxito. El fracaso como marca de identidad. La jodida sombra del perdedor. Del que se rinde. Del que cede. No ante un enemigo, sino ante su destino. Ése en el que no crees y pese a todo siempre te acaba encontrando. ¿Y que haces cuando te encuentra? Pues dejas caer tu escudo, luego tu lanza, y con toda la pesadez del mundo, te quitas el casco y respiras. Y parece que es la primera vez que lo haces. Quiero creer que la primera bocanada de aire es como la última. Rara y especial. Mágica. Y mientras estás ensimismado en esa sensación largo tiempo olvidada, llega la primera lanzada, directa al hígado. Se produce un ligero paréntesis de silencio y frío, suficiente para mirar al cielo y ver los cuervos volar. Y por fin como la crónica de la muerte anunciada que es, llega un severo mazazo directo a la sien. Luego el suelo.
Todos al suelo. Esto es una mierda...
viernes, 17 de noviembre de 2017
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