jueves, 28 de diciembre de 2017

Un hombre con una mancha...

Todo parece que vuelve a su sitio.
Ese, que tanto miedo te da.

No sabes exactamente que es,
ni donde está,
pero sabes llegar.
Nunca aposta.
Siempre consciente.

No podrías dar direcciones a nadie de como ir,
ni acercarte a pasar la tarde,
pero tus pasos siempre acaban ahí.

No te hace bien.
Como cualquier otro estigma,
es algo que te marca y te identifica.
Algo que te acompaña.
Una mancha.
Una querencia pegajosa
de la que no puedes huir.

Es la casa a la que vuelves cuando estás perdido. Un lugar desolado, pero familiar. Supongo que el tiempo ha hecho que te acostumbres. Si. Costumbre. Costumbre y cadencia. Una espiral en la que te ahogas para volver respirar.

Cuando estás dentro, la ansiedad se reduce
pero la tristeza aumenta.
Se respira algo parecido al aire,
pero que lejos de llenarte
te consume.
Te va asfixiando hasta que acaba contigo.
Es un sitio donde ir a morir
para renacer.
Un rincón donde abandonar lo que has sido.
Un cementerio.
Un puto cementerio de elefantes,
al que vuelves
una y otra vez.

"Carcass" o el arte del vaciado...

Frío. Otra vez el puto frío. No hay quien lo aguante. Da igual lo que haga para luchar contra él. Mi casa parece un horno de fundición, pero nada parece alejar esa sensación de abandono.

Solía disfrutar de estas tardes de frío, acurrucado en el calor de un abrazo. Y sin embargo, a esto hemos llegado. La calefacción a toda pastilla. Iberdrola encantada. Yo pocho.

Sigo pocho. Pocho por dentro. Delgado por fuera. Más intoxicado. Más tocado. Cucú.... ¿Alguien vuela por ahí arriba? No creo. Ni siquiera los grajos vuelan con este frío. Ni alto ni bajo. Tan solo un par de buitres saltan de carcasa en carcasa. Pero están todas huecas ya. Nada que rebañar. Solo pellejo. Ya me encargué de dejarlas bien secas. Ni un poquito para la ilusión.

¿Cucú? Como una chota...

-Buscar. Buscar  mejor que algo quedará. Sino quedase nada,. ¿Qué hago todavía respirando? Y es que, si no hubiese un mínimo de ilusión. ¿Qué me frena a saltar por el hueco de la escalera?

-Quizás que solo sea un primero, y ya estoy suficientemente tullido.

Más allá de seguir autolesionándome, no conseguiría nada. No estaría más lejos de esta silla. De esta vida. De esta mierda que tanto me ofusco en plantar a mi alrededor. Allá por donde paso... Siembro oleadas de soledad y desasosiego. Un germen. Un asco...

jueves, 21 de diciembre de 2017

El desorden...

-¡Pero sube a casa! Hazte un filete en la plancha y cenas algo, ¡que no puede ser!- Grito la señora pese a estar a escasos metros de su hija.
-¿Y tu donde vas?- Preguntó la hija arrugando el ceño mientras encogía los hombros.
-¿Yo? A clase de zumba... - Contestó la madre con todo el desparpajo y la naturalidad. Como si sus sesenta y muchos años, tuviesen que ser reafirmados por actividades con nombres exóticos. Como si su nueva forma de vida fuera algo que necesitaba ser contrastado con la falta de rigor de los hábitos alimenticios de su hija. A buen paso me aleje de la escena, mientras la hija volvía la carga con algo que no pude/quise escuchar.

Un poco más adelante, en la carnicería de barrio de la esquina, una mujer rolliza troceaba un cabrito sobre su tajo. Golpes diestros que hacían saltar huesos. Delante de mi, y en la misma dirección vagaban un par de individuos encorvados. Unos de ellos, no podía ocultar su voz de yonqui, al comentarle al otro como le habían echado a patadas de su último trabajo. El otro, callado y sin prestar demasiada atención a lo que le contaban, observaba la calle oscura que se abría ante él. Su compañero escupió, a la vez que la carnicera clavaba su cuchillo en el tajo y un coche pitaba a otro por no acertar a arrancar. No duró más que un segundo, pero todo se sincronizo con una extraña armonía.

-El desorden... - Susurró el encapuchado para sus adentros, con una voz atemporal. Un suspiro tan discreto, que no cortó el trance lastimero en el que se encontraba su compañero, que continuó farfullando, ajeno a la escena. Ajeno a la sutileza y la perspicacia de su amigo. Ajeno al desorden del cual era parte ...


martes, 19 de diciembre de 2017

Placeres lentos...

Una cruzada contra la perseverancia.
Los placeres lentos maridan con la parsimonia,
con la dejadez y la observación.
Un arte ligado
a la capacidad de aceptar.
De estar sin estar.

¿Budismo?
Para el que quiera.
Hay religiones para todos los gustos.
O mejor dicho,
para todas las necesidades.

La mía es la de sacar la cabeza del tiesto de vez en cuando y disfrutar de momentos furtivos. Sin que nadie se dé cuenta, me dejo caer, por un pequeño bulevar que solo yo sé donde está. Mi cerebro se reclina y se apoya en el bulbo raquídeo, dejando hueco en la corteza frontal para que pueda entrar cualquier cosa que flote alrededor.

Ian se va.
Ian se fue.
Ian ya no está...

Macallan...

Teclas teclas teclas.
Una vida brillante.
Un psicólogo en la puerta.

Teclas teclas teclas.
La botella en la nevera
¿Quién me pulsa las teclas?

Una vida perfecta...
Loqueros y recetas.
Notas en libros
y la pena eterna.

Yo no me perdono.
Ella se lamenta...

La gente envidia lo que la gente no entiende. Algo así como el temor. Como la esperanza. Todo una mentira. Necesitamos algo que se nos escapa. El morbo de la algarabía y el caos. Lo dice un obseso del control. Un maníaco. Todo estudiado y medido, hasta el punto en el que algo tiene que estallar. Una tecla, y luego otra. Doña tecla y Bienvenido. Todos contentos. Todos felices. Historias que la gente no conoce ni vincula. Me hacen sonar medio loco. Aunque quizás no tanto como para los que entiendan las bases, y vinculen los saltos.

Calaveras se ríen de mi. Es un pijama. Sin rayas. Solo algo más en la larga lista de cosas que me recuerdan a ella. Y esta no debería. Quizás las otras tampoco.

Una botella cerrada. No tiene nombre. Pero sabes para que está ahí. Lo imaginaste desde el día en que te la dieron. Tu cabeza loca no pudo dejar de pensar en eso. Quizás por cosas como estas, ella se volvió loca. Quizás por cosas así tu siempre lo has estado. Quizás por eso no la etiquetaste. O quizás por que sería muy largo. "Botella para el día que asumas que vuelves a estar soltero, y te quieras dar pena". Más aún si cabe. Si, teniendo en cuenta que es una botella de muestra, dudo que cupiese toda esa parrafada. Dudo que ella aprobase tenerla en la nevera si supiese el sentido. Dudo muchas cosas, y ninguna me hace más sabio. Solo más pesado. Como la viuda plañidera que todo lo relaciona con la perdida de su querido Edward, que en paz descanse. Soy una vieja plañidera, pero sin Edward. Hasta visto de negro. Lo único es que no se ha muerto nadie. Bueno si, pero no mi marido. Y al subnormal que se murió no le quiero llorar más.

Lo que recelo no es lo que escribo, y lo que no escribo parece que no queda. Se perdió. Se murió, aunque no de una forma literal. Se fue por el retrete, en una espiral perfecta, en sentido horario. Como solo los baños del norte hacen. Mentira.

Me calmo y dejo la botella sin abrir en la nevera. No estoy preparado para ella. En su lugar cojo una botella de agua y bebo con rabia mientras miro el móvil. Rabia porque lo quemaría. Porque el móvil conecta a las personas, y tú no quieres conectar con nadie. Pero lo miras porque has aprendido a esperar cosas de la otra persona. Ella te enseño a esperar cosas. Y lo miras y no hay nada. Esperas una llamada que no llegará, por que los dos sabéis lo que significa. Vergüenza y debilidad para ella. Debilidad y remordimiento para ti. Y así te pasas el día. Sin dar un paso. Ni para alante ni para atrás. Entre el remordimiento y la inapetencia. Entre el anonimato y el voyeur. Y sigues ahí. Al lado del teléfono. Como si todavía tuviesen cable. Uno que te une a él. Y es que, si por algún casual te llamase y tu no lo cogieses, ella se pensaría que tú ya has pasado de pagina alegremente. Que estás con otra. Y nadie parece enterarse que tu no quieres otra. Al menos no en ese sentido. Al menos no ahora. Al menos, al menos, al menos...

Quieres algo que rellene el hueco que ha dejado. El hueco que tanto se esforzó en hacer, y ahora parece imposible de llenar. Tú no quieres a otra. Solo la idea te da pereza. Pero necesitas a alguien que cubra el vacío. Pero eso te da pavor. Porque sabes que nadie será tan suave. Ni su risa tonta te parecerá tan deliciosa. Y por eso y por todo lo demás te pasas las noches pegado al puto teléfono. Odiándolo. Odiándote. Odiándola. Odiándoos ...

martes, 12 de diciembre de 2017

La banda sonora de mi vida...

Existencialismo para alcohólicos. La banda sonora de mi vida. Casi la puedo oír si cierro los ojos. Todos esos grandes temas que van unidos a momentos aún más grandes. Apenas ninguno de ellos es tuyo. Pero todos tienen amaneceres cargados de emociones. Y esas emociones si son tuyas. Como ya lo es la música y todos los sentimientos que la acompañan. La algarabía y el gozo. El miedo y las dudas.

Existencialismo barato y a la vez esplendido del borracho. Todos. Todos tuyos. Todos al otro lado del telón, esperando para marchar en cuanto entornes los ojos...

sábado, 2 de diciembre de 2017

El capitán no abandonó el barco...

"Hay que hacer un esfuerzo por no perder el norte", dijo el capitán asiendo con fuerza el timón mientras el barco se hundía.

Y para eso sirven las desgracias. Para que no nos olvidemos de lo que de verdad importa. Dicen que la muerte se creo para hacer llevadera las miserias de la vida. Y si no lo dicen, deberían. Sin algo superior e infinito no habría consuelo en la rutina. Haríamos mundos imposibles de naderías. Hay cosas que tienen que ser máximos, y de ellos descolgar el resto de nuestra jerarquía de valores.

No tengo ni idea de que leches hablo, ni escribo, ni pienso. Mientras tanto, abajo, en el mundo de los cuerdos, la gente disfruta. Disfruta como yo lo he echo tantas otras veces. La felicidad vista de fuera es algo repugnante. Parece tan fácil... Lo hacen parecer tan fácil... Y el alcohol no ayuda. Pero tampoco lo empeora, así que sigamos. Bottoms up! Allá muevan feroces guerras ciegos reyes por un palmo más de tierra, que aquí estoy yo vomitando grandes palabras con las que llenarme la boca y pensar que sé escribir. Muerte. Inconsistencia. Ansiedad. ¿Lo veis?

El ruido de abajo me irrita. Lo llaman música, pero no lo es. Otra pequeña mentira con la que hemos crecido. Que les den. Me pongo los cascos y dejo que Liszt me atruene con un nocturno. Pero ni por esas. En los silencios minuciosamente medidos de Libestraume S541/R211 oigo a lo lejos el bajo repetitivo y desquiciante del reggaeton y como lo empapa todo con su mundanidad. Y... los odio a todos. A los que mancillaron la etimología del genero Reggae para ahcer una mierda que nada tiene que ver. Los que cantan sin cantar. Los que los veneran. Los que los promocionan y los que no salimos a la calle con pancartas de: "Eso no es música". Mientras pienso en todas estas soplapolleces, no puede evitar darme cuenta de cuan gilipollas soy. Me he acabado convirtiendo en un viejo gruñón y amargado metido en un cuerpo ya ni siquiera joven. Joder. Y para mejorarlo si cabe, cada día un poco más tullido. Tullido de cuerpo. Tullido de espíritu. Más cicatrices. Más dolencias y más flaquezas. Dicen que se aprende. Otra mentira más. Aprenderán ellos. Yo no aprendo una mierda. ¿Que tal eso como valor intrínseco de mi persona? La gente aprende. Yo no. Yo intento probar distintas vidas en una misma, sin llegar a vivir ninguna. Araño la superficie, y cuando veo lo que hay dentro, me asusto y suelto. Cobarde, inconformista y apático. Y para colmo, luego lo paso mal, porque por el camino, me voy creyendo que puedo ser como ellos. Vivir como ellos. Creer como ellos y rendirme como ellos. Y cuando te lo crees por un rato, la bofetada siempre es mayor.

No. La vida sedentaria me da miedo. No va conmigo. Me pega más ser un alma nómada, donde el futuro es esquivo y salvaje. Ser un miserable. Ser ese perro apaleado que nunca supera el miedo de las palizas que sufrió. Quizás esté mezclando metáforas. O quizás simplemente esta sea una mala. La cuestión es que creo que vengo roto de fábrica.

Río abajo...

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que no se que cojones hago con mi vida. Ni la más absoluta idea. Tan solo me quedo callado y me dejo llevar, allá donde me lleven decisiones pasadas. Rìo abajo. Muy abajo.

Barrido por la corriente, uno flota a la deriva. Ni siquiera se que hago en el agua en primer lugar. Lo que si creo saber es que estas preguntas no van a cambiar el hecho de que siga flotando, rio abajo.

martes, 28 de noviembre de 2017

Que no te piensen...

Eso es lo que llevo peor. Suena a frase de telenovela de después de comer, pero nada lo define mejor.

Que no te piensen, es notar el vacío y la falta, en la soledad de la noche. Saber que ya no perteneces a nada mas grande que tu propia existencia. Saber que nadie te echa de menos, ni de más. Que no hay un mísero pensamiento fugaz que lleve tu nombre.

Que no te piensen, es estar en un cajón que nadie mira. Es irte a la cama, solo, perdido en el olvido, y despertarte de la misma manera. Es aprender a no esperar nada, con miedo a acostumbrarte...

viernes, 24 de noviembre de 2017

La era del marketing o el principio del saber chino...

Estoy cansado de como se relaciona la gente hoy en día. De su hipocresía. De la necesidad de aparentar. Hecho de menos un poco de humildad y ni siquiera. Hecho de menos  un poco de honestidad. De admitir las heridas sin tener que parecer perfecto. De asumir los errores de una forma abierta, sin tener miedo a parecer débil. Hecho de menos un poco de humanidad en ciertos estratos . Pero vivimos en una sociedad que premia la clausura y la falsedad. La nueva era del marketing, donde tú eres el producto y los fallos no se anuncian ni se publicitan. Ni siquiera se admiten.  Poses. Fachadas donde la gente compite y se subasta en base al que mejor oculta su propia esencia. Hecho de menos que la gente se quiera por lo que son y no por lo que tienen o aparenten.

Supongo que ya soy de otra generación. O quizás siempre fue así.  Sólo se que esto apesta...

Going Fishing...

Blandito.
Muy blandito.
Plateresco incluso.
El de Juan Ramón Jiménez. Nada que ver con el gótico.

Blandito y torpe,
todo me llega.
Todo me afecta y me cansa.
Todo deja una huella en mi frágil estado.
Doblado pero no roto.
No exploto.
Solo me arrugo y me encojo.

No hay rastro de esa chulería. Ni un atisbo de arrogancia. Ni siquiera un poco de esa prepotencia desquiciante. Se fueron todos, desfilando. Aquí solo queda una sombra vaga y mustia que intenta pasar desapercibida. Escondida de los demás. Incluso de mi mismo. Especialmente de mi mismo. De mis propios reproches. Me escondo para no sentir más. Para no seguir menguando.

Necesito irme a pescar con el bueno de Chris.

"But you know what they say. Everyday gets a little easier..."

jueves, 23 de noviembre de 2017

Yann Tiersen

Borracho, inconsecuente. Fantástico, intrascendente. La belleza, muchas veces se esconde en banalidades.

Toda una vida buscando una trascendencia imposible, solo para entender que la grandeza va de la mano de lo efímero. Casi chabacano. Lo mismo vale lo inesperado que lo repetitivo.  No hay un solo camino. No hay una sola verdad, pero solo un único sentimiento de plenitud. Y para los que lo perseguimos, se vuelve la peor de las drogas.

martes, 21 de noviembre de 2017

Canción de ruinas...

Píntame una ruina. O mejor, cántamela...

Hazme ruina.
Hazme silencio.
Hazme tragedia o hazme tiempo.
Hazme olvido.
Hazme soneto,
hazme prosa o hazme verso.
Hazme o deshazme,
pero siempre ruina.
Siempre eterno...

lunes, 20 de noviembre de 2017

Frío...

Destemplado.
Cirros y nebulosas.
Un páramo helado.
Puto helado.

Riscos y cumbres borrascosas,
salvo que esto no es ningún libro.
Es mi estado de ánimo,
mi piso, mi vida.
Es la desazón de por las mañanas
y la angustia de las noches.
Es gris y es lluvia.
Es un futuro que no invita a nada.

Cirros y nebulosas.
Cirros a mi alrededor.
Nebulosas en la cabeza.
No hay luz.
Tampoco alegría.
Ni risas
ni ilusión.
Solo hay sitio para la desidia
y algún que otro cuervo.

Los días más cortos.
Las noches más largas
Oscuras,
y otra vez el frío.
El puto frío.
Frío y más frío.
En los huesos.
En el alma.

Cirros y nebulosas.
Hay frío y desaliento,
y nada que te apacigüe.
Nada que te pueda salvar.
Y es que tú no quieres que te salven.
Quieres arder
en un infierno helado.
Puto frío...

domingo, 19 de noviembre de 2017

Sanseviera...

A primera vista todo sigue igual. Pero sólo hace falta un momento para entender que no es así. Todo ha cambiado. No hay migas de galleta en el sillón, los armarios están cerrados y no hay pelos en el baño. La casa está muerta. Sin vida. La planta me mira y no entiende. Y yo no se que decirla.

Son los detalles los que enriquecen la vida. Las pequeñas cosas. Ésas que en el día a día pasan desapercibidas y sólo echas de menos cuando no están. Las cosas que me hacían disfrutar, ahora las aborrezco. No es lo mismo si no lo compartes y duele con solo pensarlo. Las cosas que antes me sacaban de quicio ahora las extraño. Jamás pensé que se podía echar de menos los ronquidos...

sábado, 18 de noviembre de 2017

Exorcismos...

Pereza.
Falta de motivación.
Vacío.
Soledad, en una sola palabra.
Soledad y pena. Vaya, eso son dos. Que más da. Nunca me gustaron los matemáticas demasiado.

No tiene ningún sentido darse pena cuando eres tu mismo el que te has llevado a esa situación. ¿Pero que tiene sentido hoy en día? Desde luego yo no. Supongo que hay una parte de masoquismo oculta dentro de mi. Hay quienes se autolesionan. Se cortan con cuchillas y ven como la sangre brota. Yo simplemente dinamito mi felicidad. Hablando de personas tóxicas, aquí estoy yo. Encantado de haberme conocido. Ni siquiera. Porque me odio un poco. Odio hacer sufrir a la gente a la que quiero, porque aunque muchos no se lo crean, si soy capaz de querer. Y mucho. Pero mi forma de querer no parece ajustarse a lo que los demás esperan de mi. Y es que odio que la gente espere algo de mi. Odio generar expectativas. Todo lo malo empieza cuando se espera algo de alguien, empezando por ti mismo. Lo que me lleva a lo siguiente: ¿Y que leches espero yo de mi? ¿Grandeza? Nah, implica un esfuerzo demasiado grande y como he empezado escribiendo, la pereza ocupa el ochenta por ciento de mi tiempo. Otro treinta por ciento Mediterraneo y el diez que me sobra, a mis nostalgias., porque las nostalgias siempre tiene que echarse de más, nunca de menos.

Es un pequeño gran delirio esto que me obligo a hacer. Escribir sin pararme a pensar. Un exorcismo propio, fácil y sencillo y para toda la familia. Un ordenador y tu mente. Antes era una hoja en blanco. Antes tenia más fuerza, pero la pantalla blanca baña todo con una luz mortecina que el papel no tiene. Tanto para la tecnología y el avance. Avance. Que palabra tan grotesca para los que la vemos desde la barrera. La gente avanza, y yo los veo pasar, preguntándome si alguien sabe realmente a donde coño va. Tienen que saberlo. Se les ve tan seguros y decididos... Pero algo me dice que es todo apariencia. Pretenden saber de que cojones va todo. Y creo que es eso justo lo que me alta a mi. Convicción. Convencerme de que hay algo por lo que luchar. Algo que merece la pena. Apostar y ir sin miedo. Sin mirar atrás. Convencido y sereno que me dirijo a donde debo. Certeza y seguridad. Si. En estos últimos dos años, he aprendido mucho de lo que hay que hacer para ser una buena persona. Lo malo es que sigo siendo ese niño que todo se pregunta. El del moco colgando. Y no pudo dejar de pensar que esa certeza es una gran mentira. Y no digo que no sea una buena mentira. Sin dudas hay mentiras por las que vale la pena luchar. Solo digo que yo no me la creo. No es mi mentira. Y cuesta pelear por una mentira en la que no crees. Si pudiese la haría mía, y viviría como ellos. Capaces y seguros, sin estar asustados de todo lo que les rodea. Con la incertidumbre del mañana y la soledad acuciante. Con el agobio de estar en el centro de un remolino. Todos se mueven a tu alrededor y tu no puedes más que mirar lo satisfechos que parecen. Como la vieja que se esconde detrás de las cortinas mientras espía a los viandantes, yo les miro y les estudio fascinado. Y cuando me toca a mi andar y ser mínimamente feliz, me pongo la zancadilla. Y es que ¿Quien quiere ser feliz pudiendo ser miserable? Parece casi de mal gusto, ¿verdad?

viernes, 17 de noviembre de 2017

Capuletos y Montescos...

La adversidad como telón de fondo.
Nos repartimos los recuerdos.

Míos son
tu voz y tu rostro.
La sombra de tu alegría.
El desafío de sentir,
la piel más suave,
la carne
trémula.
El abrazo de la mañana.
Tu sonrisa ciega,
y la memoria
de una ilusión eterna.

Para ti,
mi mejor yo.
Ese que sacaste de mi.
El que creaste
de donde solo había malestar
y ego.
Ese es,
y siempre será
tuyo.


Demencia...

Y allá va... mi vida. Idílica toda ella. Mírala. Mira como se aleja, flotando a duras penas, como un zurullo cuando tiras de la cadena. Vueltas y vueltas por el desagüe.

Que alguien apague ya el puto tiovivo. No más motos, ni niños muertos. Si Demencia me quiere, Demencia me tiene. La buena de Demencia me rodea y me abraza, y si Demencia te llama, tú no puedes no escucharla, porque Demencia es persuasiva. Parecida a su hermana Karma, pero mucho mas sádica. Y su forma de hacerse escuchar es meterse en tu vida, quieras o no. Bicis de por medio. Así que sin más dilación, Demencia, aquí me tienes. Demencia tú, demente yo.

 Que vuelva el alcohol y los excesos. Las vocecitas y los dialogos internos. Que vuelvan los trastornos del sueño, y los esbozos en los cuadernos. La incomprensión de la mano, mientras paseo por las calles de una ciudad que me introspeciona desde cada ventana. Un dentro fuera que me marea y me viola. Yo paseo por las calles, y las calles pasean por mi. Todos y cada uno de sus pies recorre mi cuerpo, y me doblegan.

¡Brazos al suelo! ¡Esto es una mierda! La tuya. En tu cara. Acéptala. Últimamente parece ser lo único que sabes hacer. Aceptar y ceder, a la lucha. A las adversidades, con los brazos bien abajo. Por debajo de las rodillas. Cual simio, pero sin dignidad alguna, la fatalidad me encuentra con cara de tonto y solo puedo poner la otra mejilla. Mejilla malintencionada y engreída, que provoca aún mas ira.

Todo un éxito. El fracaso como marca de identidad. La jodida sombra del perdedor. Del que se rinde. Del que cede. No ante un enemigo, sino ante su destino. Ése en el que no crees y pese a todo siempre te acaba encontrando. ¿Y que haces cuando te encuentra? Pues dejas caer tu escudo, luego tu lanza, y con toda la pesadez del mundo, te quitas el casco y respiras. Y parece que es la primera vez que lo haces. Quiero creer que la primera bocanada de aire es como la última. Rara y especial. Mágica. Y mientras estás ensimismado en esa sensación largo tiempo olvidada, llega la primera lanzada, directa al hígado. Se produce un ligero paréntesis de silencio y frío, suficiente para mirar al cielo y ver los cuervos volar. Y por fin como la crónica de la muerte anunciada que es, llega un severo mazazo directo a la sien. Luego el suelo.

Todos al suelo. Esto es una mierda...

jueves, 31 de agosto de 2017

Ba bling...

Ese momento genial en el que te das cuenta de que en tu vida, no existe un estado temporal de locura y descontrol, sino que es tu propia esencia. Algo así como tu sello de identidad. Que tu búsqueda no corresponde a la juventud ni a la pubertad. Que es algo que está enterrado junto a las raíces de lo que eres. Que vas a estar perdido toda tu puta vida. Y que cuanto antes lo asumas y dejes de intentar buscarte, mejor será para todos.

Baila maldito, baila...

Siempre habrá ese estigma en mi corazón. Un aliento alcoholizado y una sombra más oscura que la noche. Siempre habrá esa furtiva atracción hacia la decadencia y la nostalgia, pero mientras haya razones por las que tener ilusión, la decadencia puede esperar. Ya habrá tiempo para la destrucción. Se quiera o no, siempre acaba por llegar. Ahora disfruta idiota, disfruta. Sigue la música, aunque tu no sepas bailar...

Lo que queda...

Porque la tortura y la pena,
el desconcierto, y la ausencia,
es lo que se queda.

Los recuerdos limpios y enlucidos, amarillean. Van perdiendo veracidad mientras ganan sentimiento.
Y la realidad tampoco ayuda. Se desdibuja, hasta el punto que acabas pasando las noches abrazado a un recuerdo que nunca ocurrió.

De las verdades que nunca fueron, nacen las mentiras del mañana. Y así se pasan los días, flotando entre lo que fue, y lo que pudo haber sido.

sábado, 11 de febrero de 2017

Luto...

Mil formas de cagarla y un único final. El de siempre. El que se repite. Cada vez menos ganas de levantarse. y ninguna de buscar a nadie. No creo que uno se acostumbre a las rupturas. Al menos yo no lo hago. Todas se parecen pero ninguna es igual. Las personas no son iguales. Es lo que tienen los sentimientos, que duelen. Se renuevan y se vuelven a perder. Pero cada vez cuesta más.

Pienso en los años de carrera. Pienso en las tablas de elasticidad de los materiales. El punto de ruptura elástica y cómo un elemento sometido siempre a la misma carga acaba por romper. La puta vida siempre acaba rompiendo. Aguantas y aguantas, hasta que al final te despiertas y no ves luz por la ventana. Y ves ilusión en los ojos de la otra persona. Y esperanza. Pero tu estás seco. Y la quieres. Y te culpas por no poder estar con ella. Porque tus ojos no rezumen esa ilusión. Pero es la guerra de siempre.

Tu la quieres, y quieres lo mejor para ella. Tu estás mal, y ella esta mal por tu culpa. Y tu no quieres eso. Tu no sabes lo que quieres. Pero sabes que eso no. Y te vas a dormir un día más. Y te despiertas al siguiente. Y la sigues queriendo, pero el sentimiento sigue ahí. Es un sabor amargo en el fondo de la garganta. Y quieres volver a dormir, para ver si al despertar sale la euforia. Pero no puedes conciliar el sueño ni con pastillas. Y ella te conoce, y se preocupa, y eso no mejora. Porque te quiere, y te conoce, y es buena contigo y tu no lo eres con ella. No puedes serlo si no eres capa de mirarla sin dar gracias al cielo por estar bajo el mismo techo. Y ya te planteas la persona que eres. Y empiezas a estar mal a todos los niveles. No te soportas. Te desprecias. Y ella sigue a tu lado, de forma incondicional. Apostándolo todo, por los dos. Y tu lloras en la ducha, y te maldices porque sabes lo que va a pasar. Cada día un poco más cerca. Cada día un poco más apagado.

Tu la quieres. Ella te quiere. Y eso debería de ser suficiente. Pero resulta que no lo es. No para ti y tu puta autodestrucción. Y piensas en las que han pasado por eso antes. Y te preguntas si algún día podrás dejar de joderte la vida. Y deseas que sea hoy. Por que la quieres y la vas a echar de menos. Y porque en la ruptura tu lo vas a pasar peor. Porque una relación nunca se acaba para el que lo deja. Se acaba para la otra persona, no para ti. La duda te acompañara por siempre. La duda y los recuerdos, las caricias, las risas, los besos... Son demasiados ya. Demasiadas rupturas para poder soñar en un mañana feliz. Y comprendes que la felicidad no va contigo. Y te enfadas, porque fuiste feliz con ella. Y ella ya no está.

viernes, 10 de febrero de 2017

Desazón

-Al final hemos caído...

Y otra vez los armarios vacíos y los recuerdos perdidos. Un silencio hueco se adueña de la casa y me aísla del mundo. 

En un rincón de mi inconsciente, estoy jugando en el jardín, con un pareja de niños mestizos. Ginebra viene corriendo haciendo un despliegue de habilidad. Es tan torpe y graciosa como su madre. Ella se derrite viendo la escena y yo por dentro también. 

Pero no hay jardín. Ni mucho menos niños chinos corriendo. Como siempre esa parte de mi ha vuelto a ganar. Esa parte que se empeña en no dejarme ser feliz. Y que aunque no lleva las riendas del día a día, asoma siempre que encuentra un hueco, sembrando duda y desconcierto. Y el otro yo, el bueno, el sencillo, el que se acurruca por las noches y es capaz de sacar el lado más humano de su pareja, agoniza, tiranizado por su hermano malo, que rompe los corazones de sus seres queridos. 

Terapia...

Ya no me dejo crecer. Para crecer hay que estar mal. Hay que encerrarse y asumir. Hay que estar muy cerca de la soledad. De la introspección. ¿Quien me iba a decir que yo, después de tanto defender el camino de la autoexploración me hubiese vuelto un cobarde? Un vividor, que aceptaría cualquier plan antes que quedarse solo con sus fantasmas. Abajo con eso.

Cierra tu abanico. Vuelve a las bases. A ti mismo. Nunca serás el de antaño. Has cambiado. Has vivido. De eso se trata. Ahora explórate. Abraza a la persona que eres. Escúchala, y si lo que oyes no te gusta vuelve a cambiarla, como ya hiciste antaño. No tengas miedo de volver a empezar. Porque por desgracia ya has aprendido que la única forma que conoces de ser feliz es queriéndote a ti mismo. Ya que eres incapaz de querer a alguien tanto como para entregarte, al menos, aprende a quererte otra vez. No tengas miedo. Y lo más difícil, no tengas prisa...

miércoles, 8 de febrero de 2017

Represión...

Un grito seco.
Un grito mudo.
Los perros me oyen,
pero no me ayudan.

Una maraña blanca cuelga sobre mi cabeza. Es mía.

No se puede tocar. Así apenas estorba. Mejor vivir con ella que intentar deshacerla. Sabe dios lo que podría salir de ahí. Mejor colgarle el cartel de averiado y seguir con la vida según está.

Sueños recurrentes. Despertares agridulces, como el cerdo. Quizás sea una señal. Un cerdo soñando con su condimento. Pero no. El problema es el contrario. El sueño es mucho más puro y real que mi vida. Tan real que duele. Y uno se pregunta por su vida. Piensas en lo absurda que se empeña en ser la realidad y no te queda más remedio que aceptar las distintas pesadillas.

Murphy no habló de motos, ni de bicis. Ninguna de sus leyes habla de familias rotas ni de vidas vacías. Y ante la vorágine de coincidencias irreales,  ¿que te queda?

Cada uno se refugiará en sus cuevas particulares. Religión, familia, principios, amigos, bienaventuranzas...

Supongo que no hay refugio malo ante un diluvio, ni orilla mala para el naufrago. A mi siempre me queda el cine. Siempre hay entradas que se repiten en tu cabeza, como esa celebre frase de Bullet-Tooth: "You should never underestimate the predicability of stupidity", que reza algo así como "Nunca subestimes la predecible que es la estupidez". Y entiendes que se pueda llamar Karma, suerte, o simplemente mala leche. Pero hay una ciencia que se repite y es que la mierda siempre viene junta.

El otoño y la pasta de dientes...

Me pasa con la fruta, y con la pasta de dientes. Un sentimiento de misericordia e impotencia.

-Todo se muere -dijo ella, mientras su pelo azotaba al viento. ¿O lo dijo él? Que más da.

Nada dura, y eso me mata, más rápido si cabe. Todo es finito. La carne, los sentimientos. Los recuerdos y las flores. Nada dura y las calles están llenas de matices que no paran de recordármelo. En la propia soledad de casa lo veo. Miro mi piel y la veo luchando frente al desgaste del día a día. Abro la nevera y veo las manzanas y la lechuga en estado menguante. Se me quita el hambre. Pero luego pienso que es su función. Ser alimento antes de que se pudran. Mientras lo pienso las miro y siento envidia. Yo no se cual es mi función y ya me estoy pudriendo. Me pudro por dentro, mientras la puerta de la nevera sigue abierta, y mi piel sigue luchando por fuera, contra el frío y mi torpor.

Cierro la puerta de la nevera, y me refugio en el sofá. También él acabará en algún vertedero, lleno de gatos. Un escalofrío me recorre, y luego muere, como no podía ser de otra forma. Pero donde algo muere algo nace, y del escalofrío surge la desidia y el abatimiento.

Pienso en mis relaciones. Y por un momento parece ser lo único que tiene sentido en este mundo. Todas acaban y sin embargo su recuerdo es bueno. Todas distantes pero cercanas. Una parte de mi en todas ellas. Una parte de mi en todo el mundo que me ha conocido. Pero incluso eso morirá.

Abrumado por esa ola de futilidad decido retirarme a la cama. Arrastro mis pasos pensando si se puede notar el deterioro en la cadencia de su sonido. Probablemente no. Me esfuerzo por oír si es la muerte prematura lo que esconde el eco. No se oye un alma. Me tranquilizo a la vez que me doy cuenta de mi estado de demencia. Entre gestos de negación me dispongo a lavarme los dientes, solo para encontrarme el puto tubo de pasta de dientes espachurrado y seco

- Hoy te ha tocado a ti, colega...

El vacío y su falta...

Llenamos, y respiramos el vacío.
A veces hasta lo sentimos latir
a nuestro lado.

Lleno de matices,
sentimos todo lo que falta.
Una respiración,
una mirada,
una persona
o la idea de felicidad asociada.

El vacío lo engloba todo.
Demoledor.
Con su falta
nos altera más que el lleno que ocupa.

Solo tiene cabida en la perdida.
Entendemos su falta,
pero no su presencia.

Con su mística
nos envuelve en silencio.
Ideas infinitas
y el más delicado de los tactos.
El que ya no está.